“Quien no conoce la Escritura no conoce a Jesucristo”, decía S. Jerónimo. Pues bien, quien no conoce el judaísmo tampoco podrá conocer en profundidad a Jesús de Nazaret, ese judío marginal, tan buen judío, que rompió todos los moldes del judaísmo. Jesús iba a la sinagoga los sábados, “como era su costumbre”, apostillan los evangelios. “Jesús nunca se consideró un disidente o un hereje, sino más bien el heredero de las grandes figuras de Israel y de su patrimonio y de sus esperanzas. “Su conciencia filial, su experiencia única de la paternidad de Dios, así como su misión, lejos de sacarlo del judaísmo, lo situaban en el centro mismo de la historia de su pueblo” (E. Leclerc, El Dios Mayor, Santander 1997, 79).
Las tradiciones a las que nos acercaremos son señas de identidad a las que se ha agarrado el pueblo judío para pervivir y sobrevivir a lo largo de los siglos. Las festividades y costumbres de la vida cotidiana tienen el poder de revivir sentimientos que vinculan a la tradición de los mayores y apelan a la memoria colectiva de Israel como pueblo.
Acercarnos a las tradiciones, costumbres y festividades del pueblo judío nos ayudará a conocer mejor a nuestros hermanos en la fe y a aproximarnos al pueblo de la Biblia y particularmente a Jesús.